lunes, 7 de mayo de 2018

Itziar Mínguez, sola ante la luz




Allí estaba Itziar, asustada y decidida, temblando tan ligeramente que había que estar a su lado para detectarlo, allí estaba leyendo con determinación lo que había preparado minuciosamente, sus poemas, uno a uno, decantándolos, guardando los silencios, pronunciando los silencios tanto como las palabras, acechando el momento de dar el golpe de gracia, la palabra última, la que produce el efecto.
  Y al otro lado, luz. Se adivinaba el patio de butacas del Teatro Circo, pero no se veía más allá del resplandor difuso del foco. Desde la mesa, en el proscenio, en todo caso podíamos presentir al público, se notaba cómo se iba inflamando en su silencio, en su expectación, creciendo al otro lado.
  Entre poema y poema, a veces entre estrofas, Itziar levantaba la cabeza y miraba hacia adelante, afrontaba la luz como si pudiera desentrañarla, y seguía pronunciando de memoria sus versos. Su amiga Carmen le dijo luego que parecía que estaba mirándola a ella. Y Luis también había sentido lo mismo. Y Gloria. Parece que el resplandor difuso repartía la mirada de Itziar, la administraba uno por uno entre los espectadores, entre los auditores de sus poemas.
  Pero eso no podía saberse desde arriba. Desde arriba Itziar iba decantando con minuciosa lentitud, con pautados silencios, los poemas que había escogido de sus más de diez libros, entre los publicados y los que buscan editorial. Sus poemas, impresos para la ocasión en folios, seguidos en el orden previsto, envueltos en sus fundas transparentes y organizados en una carpeta.
  De vez en cuando unas risas subrayaban un final, una ironía. El humor entró en su poesía desde su quinto libro. Lo dirá al final, respondiendo a la pregunta de un espectador. Ha descubierto que el humor ayuda a tragarse la píldora de la crítica social, ayuda a asimilar, es un lubricante de las emociones.
  Además, en una lectura como la del lunes 7 de mayo en Albacete, el humor permite advertir que al otro lado del silencio hay gente atenta, pendiente de lo que la poeta va leyendo. Planetas que giran hagamos lo que hagamos, teléfonos que nos mantienen a la espera y nunca nos descuelgan la esperanza, rabias, lluvias, reflexiones.
  ¿Quién dijo que la poesía no cambia el mundo? Penetra en la luz. Mantiene en vilo, alarga el silencio, devuelve con aplausos a la realidad. Y se acabó el temblor. Ya vino el lobo. Ya pasó. Y vuelve la sonrisa.
Después de la lectura, echando unas cañas en amistad y compañía: Luis (i), un servidor, León Molina, Javier Lorenzo, Verónica Hernández, Gracia Aguilar, María Moreno, Itziar Mínguez y Carmen. La foto es de Gloria.

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Estos artículos se han publicado los domingos en la página 2 del diario La Tribuna de Albacete